La edición 2025 del Open House CDMX ha reafirmado su papel como plataforma crítica para repensar la ciudad a través de la arquitectura. Bajo el lema “Detonadores de cambio”, el festival de puertas abiertas hizo evidente cómo el diseño bien ejecutado no solo transforma espacios, sino que incide directamente en dinámicas sociales, económicas y culturales.
Este año, el recorrido abarcó un amplio espectro urbano, desde Iztapalapa hasta Santa Fe, y desde Azcapotzalco hasta Xochimilco, trazando un mapa diverso donde lo público, lo bien hecho y lo propositivo se celebraron por igual.
Fábricas del futuro
El circuito “Fábricas del futuro” fue quizá el más elocuente en cuanto a la reconversión espacial. Aquí, espacios industriales en desuso fueron reapropiados por agentes creativos y convertidos en centros neurálgicos de arte y cultura.
Edificios como La Nana, Kurimanzutto, La Laguna o El Chopo demuestran que la arquitectura puede preservar la memoria material mientras reconfigura sus funciones, dando lugar a una producción simbólica que enriquece el tejido urbano.
Patrimonio vivo
Por otro lado, el eje “Patrimonio vivo” ofreció una lectura histórica del cambio. Lejos de anclarse en la nostalgia, estos espacios -El Claustro de Sor Juana, Museo Numismático, Palacio de Medicina- ejemplifican cómo una conservación inteligente permite que estructuras centenarias sigan siendo útiles, relevantes y participativas. Son ejemplos de arquitectura resiliente, viva, adaptable a nuevos usos sin perder su valor original.
Formas de habitar
La selección de “Formas de habitar” propuso una mirada crítica sobre la vivienda colectiva. Proyectos como Conjunto Satélite, Vertical en CUPA o Tonalá 15 evidencian que el diseño arquitectónico puede incidir directamente en la calidad del habitar.
Estos modelos cuestionan las tipologías tradicionales de vivienda y reivindican la diversidad de formas de vida contemporánea, desde lo multifamiliar hasta lo experimental, sin renunciar a la estética ni a la funcionalidad.
Espacios para el bien común
Uno de los aciertos curatoriales más significativos fue el circuito “Espacios para el bien común”, donde la arquitectura se entendió como herramienta de inclusión. Proyectos como Utopía Tecoloxtitlan, PILARES Eduardo Galeano o Museo Yancuic muestran que los espacios públicos pueden ser motores de cohesión social.
En estos ejemplos, el diseño no es una mera envoltura estética, sino una estrategia política para democratizar el acceso al espacio urbano.
Manifiestos modernos
Con el eje “Manifiestos modernos”, el festival rindió homenaje a la arquitectura mexicana que desafió sus tiempos. Obras como el Museo de Arte Moderno, el Museo Eco o Anahuacalli no solo rompieron paradigmas formales y técnicos, sino que afirman la identidad cultural de una ciudad que, a través de la modernidad, también supo mirarse a sí misma.
Naturaleza expandida
El circuito “Naturaleza expandida” reflejó una de las inquietudes más urgentes de la agenda contemporánea: la integración de lo natural en la vida urbana. Proyectos como La Mexicana, Jardín Anatole o Espacio CDMX en el Bosque de Chapultepec, proponen una visión ecológica del diseño, donde la vegetación se convierte en infraestructura vital para el bienestar y la habitabilidad urbana.
Laboratorios de cambio
Finalmente, los “Laboratorios de cambio” ofrecieron una mirada al futuro desde el presente. Oficinas como Torre 41, Distrito Sur u Oficinas Taller ADG revelan cómo el lugar de trabajo puede ser también un epicentro de innovación arquitectónica. Estos espacios diseñan no solo objetos o edificios, sino estrategias de impacto en la cultura urbana.
En conjunto, el Open House CDMX 2025 no fue simplemente una muestra de arquitectura, sino un manifiesto urbano. A través de sus circuitos, se articuló un relato potente sobre cómo los espacios pueden ser motores de transformación. La ciudad no se mostró como un conjunto de edificaciones estáticas, sino como un sistema vivo, sensible y capaz de reinventarse desde la arquitectura.
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