En el cruce entre el arte, el diseño gráfico y la producción artesanal, Lorena Márquez y Sebastián Beltrán encontraron el terreno fértil para fundar Natural Urbano, un estudio mexicano de diseño que hoy se posiciona como un referente de creatividad sustentable, colaboraciones interdisciplinarias y producción local consciente.
En el cruce entre el arte, el diseño gráfico y la producción artesanal, Lorena Márquez y Sebastián Beltrán encontraron el terreno fértil para fundar Natural Urbano, un estudio mexicano de diseño que hoy se posiciona como un referente de creatividad sustentable, colaboraciones interdisciplinarias y producción local consciente. Su historia es también la de una amistad que devino en colaboración creativa y pareja de vida.
Ambos originarios de Ensenada, Baja California, Márquez y Beltrán tomaron rumbos distintos al terminar la preparatoria. Lorena se formó como diseñadora gráfica, con una marcada inclinación hacia el diseño editorial. A lo largo de su trayectoria trabajó en medios impresos como El Imparcial de Hermosillo y posteriormente en Plantronics, en el área de medios audiovisuales, colaborando incluso con empresas como Johnson & Johnson. Por su parte, Sebastián estudió artes plásticas y vivió un tiempo en Italia, desarrollándose principalmente en la escultura. Su experiencia incluyó colaboraciones con viñedos en el Valle de Guadalupe, donde realizó obras escultóricas y más tarde piezas de iluminación.
El reencuentro ocurrió en Tijuana, en un contexto ya profesional. “Sebastián tenía un pequeño espacio atrás de la casa… Ahí empezó a trabajar y fue como empezó Natural Urbano”, recuerda Lorena. Ella trabajaba entonces en una empresa con horario de oficina, y él comenzaba a transformar objetos cotidianos en piezas de diseño. “Llegaba una tarde de trabajar y mi frutero era una lámpara”, cuenta entre risas.
La génesis de Natural Urbano fue, como muchas buenas ideas, espontánea. “Le dije: oye, quiero sacar algo de diseño pero que no tenga nada que ver con lo que hago de arte”, explica Sebastián. El nombre nació durante un trayecto por el Valle de Guadalupe y fue registrado antes incluso de tener una línea de productos definida.
La propuesta del estudio se distingue por el uso de materiales inusuales o reutilizados, explorando el límite entre objeto funcional y pieza escultórica. “Siempre me gustaron los rodillos de pintura y una de las primeras lámparas que diseñé era una estructura hecha solo con eso”, señala Sebastián. Ese tipo de piezas llamaron la atención de curadores internacionales. Publicaciones en Domus México, Los Angeles Times y revistas rusas colocaron rápidamente a Natural Urbano en el mapa global del diseño experimental.
Con el tiempo, el contexto en Tijuana se volvió insostenible. La inseguridad vinculada a la guerra contra el narcotráfico y los recortes laborales motivaron el cambio. “Dijimos: vámonos ya. Son señales”, recuerda Lorena. Eligieron León, Guanajuato, ciudad con tradición industrial, redes de producción y un acceso más amplio a materiales y talleres.
“El cambio fue definitivo para consolidar el proyecto”, comenta Sebastián. En León lograron establecer relaciones estratégicas con proveedores, acceder a procesos más avanzados de producción y lanzar colaboraciones con empresas locales, como una fábrica de cerámica que derivó en el desarrollo de una línea de fruteros y vajillas.
El trabajo de Natural Urbano ha transitado con naturalidad entre la producción artesanal y el circuito del diseño de autor. Desde sus primeras piezas, recibieron invitaciones de figuras clave como Carmen Cordera de la Galería Mexicana de Diseño, así como de curadoras como Ana Elena Mallet. También participaron en plataformas como Design Week México, donde consolidaron relaciones con otros estudios y despachos de arquitectura.
“La mayoría de nuestras colaboraciones son con arquitectos e interioristas”, explica Lorena. Aunque entraron tarde a redes sociales, su crecimiento fue orgánico, basado en boca en boca y en la fuerza visual de sus objetos. Muchas de sus piezas han sido concebidas para proyectos arquitectónicos específicos: lobbies, hoteles boutique o espacios residenciales.
Natural Urbano ha vivido varias etapas. Una primera, más experimental y escultórica, con piezas únicas y procesos artesanales. Otra, más estructurada, cuando comenzaron a producir en pequeñas series y a generar planos y moldes para optimizar la fabricación. “Nos dimos cuenta de que había que pensar también en la producción, no solo en la idea”, señala Sebastián.
Hoy, el estudio busca balancear ambas facetas: mantener la libertad creativa mientras desarrollan productos reproducibles y sostenibles. “Cada cierto tiempo revisamos qué se mueve y qué no. Renovamos todo”, dice Lorena. Su catálogo incluye lámparas, repiseros, mesas auxiliares y, próximamente, piezas de mobiliario más grandes.
Uno de los proyectos actuales más ambiciosos es una colaboración con Polybio, una empresa de Irapuato que produce materiales sustentables a partir de residuos orgánicos. “Diseñamos una lámpara con Tylium, su material biodegradable, y ha sido un proceso de casi un año de prueba y error”, detalla Sebastián. El resultado es una pieza de gran escala, de estética escultórica y producción local, que será lanzada en los próximos meses.
Además, están desarrollando su propio equipo de maquinaria para automatizar parte del proceso de producción, sin perder el carácter artesanal que define a sus productos. “No hacemos miles de piezas ni vamos a China, todo es producido en México, con proveedores locales”, enfatizan.
En su nuevo estudio, Natural Urbano se prepara para lanzar una línea renovada de productos, incluyendo mecanismos innovadores y nuevas formas de ensamblaje. También exploran colaboraciones con distribuidores internacionales, como una empresa canadiense interesada en sus mecanismos y acabados.
“Lo más emocionante es que ahora estamos retomando esa parte inicial de crear, de inventar cosas nuevas”, comenta Lorena. “La parte de sacar nuevas cosas es lo que más nos gusta”.
Para Márquez y Beltrán, el diseño es una extensión natural de sus pasiones: la gráfica, el arte, la escultura y la vida cotidiana. En ese sentido, Natural Urbano no es solo un estudio, sino una forma de entender el entorno como un espacio donde el diseño es parte de la experiencia diaria, y donde cada objeto tiene una historia que contar.
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