El cemento es la fuente de cerca del 8% de las emisiones mundiales de dióxido de carbono (CO2). A fin de que los materiales de construcción resulten más sostenibles, y, al mismo tiempo, asequibles y versátiles, es necesario innovar. Y en algunos casos, innovar significa viajar al pasado. Un estudio publicado a principios de este año revela que el Panteón de Agripa, que data del siglo II, puede deber su estatus como uno de los edificios mejor preservados de la antigua Roma gracias a las propiedades autorreparables de la mezcla de concreto con la cual fue construido. Al realizar un análisis químico, los investigadores descubrieron un componente mineral: depósitos de cal cuya función consiste en desintegrarse a medida que el agua se filtra por las grietas del cemento. De esta forma, la estructura se fortalece cuando las moléculas disueltas se recristalizan o entran en contacto con otras sustancias.
Actualmente, mientras que algunos profesionales utilizan nuevas tecnologías para tornar el cemento ultra duradero, otros recurren a la biología para fabricar biocemento sostenible que, de manera similar a como ha sucedido a través de los siglos con los materiales de construcción antiguos, resulte a prueba de cualquier clima, resistente a condiciones adversas y no tenga un efecto dañino en el medio ambiente.
La mezcla del biocemento contiene bacterias capaces de producir piedra caliza en condiciones específicas. Cuando la superficie del cemento se agrieta, estas bacterias entran en acción produciendo piedra caliza que repara la grieta al tiempo que previene la corrosión por filtraciones de agua resultando particularmente benéfico para mejorar la durabilidad de edificios construidos con cemento reforzado con acero.
Bajo el mar
En zonas de contacto directo con el mar se ha desarrollado el cemento marítimo para aplicaciones de ingeniería moderna, en estos casos se emplean microorganismos que permiten la regeneración del concreto siendo un proceso bastante similar a cómo se forman los arrecifes de coral en los entornos marinos.
El proyecto ReSHEALience, impulsado por el Programa de Investigación e Innovación Horizonte 2020 de la Unión Europea desarrolla concreto de alta durabilidad bajo exposiciones extremadamente agresivas que aceleran el deterioro y reducen la vida útil de las construcciones. Tal es el caso de las estructuras de centrales de energía geotérmica y de biomasa, en las cuales se enfoca el proyecto resultando en la mejor manera de poner a prueba su rendimiento. De resultar exitoso, el ahorro anual en reparaciones sería de miles de millones de euros sin mencionar el beneficio de la mitigación del impacto ambiental.
Para la arquitecta estadounidense Ginger Krieg Dosier, fundadora de la compañía bioMason, la respuesta es un contundente sí.
Una de las metas a las que su proyecto fundado hace 11 años le apuesta firmemente es contribuir a reducir el 25% de las emisiones de carbono de la industria mundial del cemento para 2030.
Cuando Ginger Kireg Dosier trabajaba como profesora de arquitectura, había instalado en una habitación libre de su apartamento el “laboratorio” en el cual comenzó a experimentar el cultivo de cemento biológico, se enfocó en el uso de una cepa bacteriana descubierta dentro de una cueva de Carolina del Norte, su estado natal, misma que segrega carbonato cálcico, un material de construcción natural presente en diversos organismos.
Actualmente la empresa presta servicios al mercado mundial, con especial atención a Europa y Norteamérica y ha abierto una sede en Dinamarca para cubrir la demanda de su línea de productos basados en biotecnología. Entre sus socios figuran desde la compañía de ropa H&M hasta el Cuerpo de Infantería de Marina de los Estados Unidos.
Los retos por superar
Aunque el biocemento promete continuar siendo una de las principales innovaciones en el sector de la construcción, la viabilidad de esta tecnología enfrenta grandes retos tanto económicos como prácticos. En primer lugar, la germinación de bacterias no es lo más adecuado para todos los entornos y las investigaciones para observar y experimentar son muy costosas, incluyendo el riesgo que las mismas bacterias podrían suponer para la salud humana al utilizarlas más allá de la estructura. Finalmente, si el biocemento pretende instaurarse de manera estandarizada, deben existir directrices claras en los códigos de diseño.
En una palabra, para que esta prometedora tecnología escale es necesario garantizar que proyectos de experimentación como los anteriormente mencionados continúen evaluando tanto sus posibilidades como sus limitaciones.
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