Marva Studio se ha consolidado como un ecosistema colaborativo donde diseñadores, artesanos, artistas, arquitectos y agentes culturales convergen bajo una ética común: el respeto a los saberes populares, la redistribución del valor y la construcción comunitaria como eje del diseño.
Fundado por José Bañuelos —abogado de formación, creativo por convicción— Marva Studio se ha consolidado como un ecosistema colaborativo donde diseñadores, artesanos, artistas, arquitectos y agentes culturales convergen bajo una ética común: el respeto a los saberes populares, la redistribución del valor y la construcción comunitaria como eje del diseño.
Lo que inició como una inquietud personal por preservar la técnica ancestral de la piña vidriada de San José de Gracia —una figura de barro que simboliza hospitalidad y abundancia— es hoy una red viva de más de 35 artesanos de once familias en Michoacán. Un tejido que se expande, se adapta y reflexiona críticamente sobre su propia práctica.
Su lema, “el sol sale para todes”, no es un gesto simbólico: es una declaración política que atraviesa cada proceso, cada encuentro y cada pieza. En el marco del orgullo, esta consigna adquiere nuevas capas de sentido: la belleza, la creatividad y la dignidad no son privilegios, sino derechos compartidos.
En Marva, el diseño no se entiende como forma ni como firma, sino como un lenguaje colectivo que parte del territorio, del oficio y de la escucha. Cada pieza es el resultado de un proceso de experimentación profunda entre técnica ancestral y sensibilidad contemporánea, donde lo estético se entrelaza con lo ético.
“Marva Studio es ese poder transformador de crear comunidad —con los artesanos, con el equipo y con uno mismo.”, afirma José Bañuelos.
Lejos de imponer, Marva acompaña; lejos de extraer, reinvierte; lejos de representar, co-crea significados compartidos con las comunidades que habitan el barro. En este estudio, el barro vidriado —orgánico, noble, profundamente vinculado a la tierra— no es solo materia prima: es un símbolo de filosofía, una forma de vida.
“El barro es memoria ancestral transformada por el fuego y el tiempo, como las comunidades que lo trabajan.”
Más allá del objeto, el diseño en Marva se despliega como acto afectivo, político y regenerativo. El estudio parte de la escucha activa para atender necesidades reales —agua, vivienda, salud, autonomía productiva— desde procesos justos: pagos dignos, profesionalización compartida y corresponsabilidad ética.
Uno de los casos más emblemáticos es el de Sergio Gutiérrez, el primer artesano en sumarse al proyecto. Su historia, marcada por la marginación, se convirtió en ejemplo de transformación:
“Sergio fue quien me hizo entender el sentido completo de Marva Studio. Hoy su casa es la más bonita del pueblo, y su historia es semilla para otros.”
No es solo una mejora individual: es la apertura de caminos para otras familias, otros oficios, otras formas de habitar con dignidad.
“¿De qué sirve que estas piezas brillen si vienen de contextos de precariedad absoluta?”, se pregunta Bañuelos. En Marva, la respuesta está en las acciones concretas.
Hablar de Marva es también hablar de valentía ética. El equipo está formado por personas abiertamente queer, como su directora de ventas, una mujer trans, y el propio Bañuelos, abiertamente gay. En comunidades profundamente machistas, su presencia ha sido transformadora.
“No ha sido fácil, pero es posible. Hay que tender puentes, abrir conversaciones, cambiar estructuras desde adentro.”
Este enfoque se extiende a todos los niveles del proyecto: desde el diseño hasta la administración, desde la producción hasta la gestión social. En Marva, la diversidad no es un eje paralelo: es una práctica estructural.
Marva no es solo un estudio: es un modelo de diseño profundamente situado, interdisciplinario y regenerativo. Su impacto no se mide solo en piezas entregadas, sino en vidas transformadas y saberes compartidos:
“Cada pieza tiene una historia de transformación, de dignidad, de conexión con la tierra y con quienes la moldean.”
Hablar de Marva es hablar de un nuevo canon para el diseño mexicano, donde la innovación no borra las raíces y donde el lujo se redefine desde la justicia. Porque sí, el diseño puede —y debe— ser también un acto de resistencia, de ternura y de comunidad.
Y porque, como ellos mismos nos recuerdan,
el sol sale para todes.
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