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© Fotografía: Estudio Cristina Grappin

Cristina Grappin: Diseñar con valores, transformar con propósito

En el panorama contemporáneo de la arquitectura y el interiorismo en México, Cristina Grappin destaca por su enfoque integral, sensible y profundamente ético.

POR Editorial
24 abril de 2025

En el panorama contemporáneo de la arquitectura y el interiorismo en México, Cristina Grappin destaca por su enfoque integral, sensible y profundamente ético. Su práctica profesional, que transita entre lo residencial, lo público y lo hotelero, en México, Europa y Estados Unidos, revela una constante: el deseo de que cada proyecto trascienda lo estético para convertirse en una herramienta de transformación social y ambiental.

“Tenía una inquietud de hacer proyectos que no solamente fueran estéticos, sino que también transformaran un entorno o aportaran algo a la sociedad”, afirma Grappin al recordar los motivos que la llevaron a fundar su propio estudio en 2021, luego de una década de colaboración con el diseñador industrial Ezequiel Farca.

Su estudio, con sede en la Ciudad de México, abraza desde casas de playa de apenas 60 m² hasta museos concebidos desde la escala urbana hasta el mobiliario interior. Pero más allá de la diversidad tipológica, hay una coherencia profunda en su filosofía: diseñar con valores. Para Grappin, estos valores no son eslóganes sino principios tangibles que atraviesan todo su proceso de diseño.

Viajar para entender, diseñar para pertenecer

Casa Quinto Sol
Casa Quinto Sol, Punta Mita, Nayarit. | Cristina Grappin

Grappin estudió arquitectura en Monterrey y diseño de interiores en Italia. Esa experiencia en el extranjero no solo amplió su horizonte creativo, sino que fortaleció su apreciación por lo local. “Estudiar en Italia me ayudó a entender lo que en México sí tenemos y a apreciar la manufactura que existe en el país”, dice. “Tenemos temas muy similares con Italia: los oficios, la calidad en los materiales, la manufactura artesanal”.

Cristina Grappin

Esta mirada le permite moverse con soltura entre influencias globales y un compromiso profundo con lo regional. En sus proyectos, busca una identidad que dialogue con el sitio y su gente.

“Hoy en día, con una industria que nos permite tener materiales de cualquier parte del mundo, creo que hemos perdido un poco nuestra identidad como región. Me interesa explorar qué es la arquitectura mexicana hoy en día y quiénes somos como mexicanos diseñando.”

Cristina Grappin

 

Atemporalidad, materiales nobles y la dignidad del envejecimiento

Ima House
Ima House, San José del Cabo. | Cristina Grappin

A la pregunta de si sus proyectos siguen tendencias, Grappin responde con claridad: “Creo firmemente en seguir valores de diseño, no tendencias”. Entre esos valores está la atemporalidad, que para ella no es un estilo sino una consecuencia natural del uso consciente de materiales. Su enfoque privilegia recursos naturales como piedras, maderas o pieles no industrializadas, que no solo aportan calidez, sino que envejecen con dignidad.

“Diseñar espacios que no necesites remodelar en seis años también es una postura frente al consumismo”, explica. “Hay que ser muy conscientes de cómo utilizamos los materiales para que envejezcan adecuadamente y no tengamos que estar cambiándolos constantemente.” 

Este compromiso con la permanencia y la sensibilidad material se traduce en atmósferas de calma, donde lo natural y lo construido dialogan armónicamente. “Queremos que la persona que habita los espacios pueda sentir una calma, esa calma que sientes mucho en la naturaleza.”

 

De la escala urbana al objeto

showroom Tres Picos
Showroom Tres Picos, Ciudad de México. Cristina Grappin

Uno de los aspectos más distintivos del estudio de Grappin es su visión integral del diseño. “Para nosotros, la arquitectura y los interiores no están separados”, asegura. Desde la volumetría hasta los objetos más pequeños, su metodología busca coherencia en todas las escalas. “Aunque es un reto organizar toda esta información, da muchísima satisfacción ver cómo todo está relacionado e integrado en el producto final.”

Un ejemplo de esta visión es el museo que actualmente diseñan. Se trata de un proyecto participativo que inició con talleres ciudadanos y que abarca desde la integración urbana hasta la curaduría y el mobiliario. “Diseñar un museo implica entender el contexto social primero. Tenemos consultores teóricos involucrados, y vamos a diseñar hasta los muebles”, comenta. Este tipo de proyectos reflejan la ambición del estudio por involucrarse a fondo en cada capa del entorno.

 

Escuchar antes de trazar

penthouse Horizonte
Penthouse Horizonte, Puerto Vallarta. | Cristina Grappin

Grappin insiste en que el proceso de diseño no empieza con un boceto, sino con una escucha atenta del entorno: natural, físico, social y cultural. “Antes de diseñar, hay que entender cómo sale el sol, cómo son los vientos dominantes, qué maderas hay en la región, qué manufactura existe, cómo viven las comunidades alrededor”, explica. De ese análisis surgen premisas y conceptos de diseño que alimentan la forma, la función y la atmósfera del espacio.

“La metodología es extensa”, admite, “pero lo primordial es escuchar, entender, aprender… y luego ya ponerte a diseñar.” El trazo, entonces, aparece mucho después, como una respuesta coherente a esa etapa previa de investigación, observación y pausas reflexivas. “Si ves que no vas por el buen camino, regresas y vuelves a dibujar, dibujar, dibujar… hasta que realmente crees que esa es la idea que puede funcionar.”

 

Reconocimiento como afirmación, no como objetivo

Aunque su trabajo ha sido reconocido internacionalmente, por ejemplo, con el premio Record Houses en 2020, Grappin enfatiza que los premios no son su motor. “No trabajamos por buscar reconocimientos, sino por hacer las cosas bien y por cumplir con estos valores de diseño y esta ética profesional que fomentamos dentro del estudio”, señala. Aun así, reconoce el valor motivacional de esos logros: “Siempre te enorgullece y te motiva más para seguir haciendo las cosas con esta visión”.

 

Diseñar con propósito

La práctica de Cristina Grappin encarna una arquitectura comprometida, donde la forma es inseparable de la ética y la estética se convierte en herramienta de transformación. Su trabajo demuestra que diseñar no es imponer una visión personal, sino tejer con respeto los múltiples hilos que forman un contexto.

“No se trata de dejar una firma visual”, parece decir con cada palabra y cada espacio, “sino de hacer que los proyectos pertenezcan al lugar donde están, y que las personas se reconozcan en ellos.”

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