Cada uno de nosotros tenemos una razón que nos impulsa a progresar. Unas motivaciones que nos incitan a estar en constante movimiento, a avanzar hacia metas personales. Es ese movimiento precisamente lo que nos hace estar vivos.
En el ámbito colectivo, ocurre exactamente lo mismo. La humanidad evoluciona y se desarrolla porque estamos en una búsqueda de mejora conjunta continua.
La ciudad, como espacio dónde los arquitectos entramos en acción, no tiene las mismas necesidades hoy, que las que tenía hace 20 años. Ni siquiera las que tenía hace un año. Ahora, por ejemplo, valoramos más el exterior. Rechazamos las superficies de contacto y apreciamos más el entorno rural. Ya no nos convencen las formas de turismo que practicábamos, ni los gimnasios multitudinarios. Incluso, hemos incrementado el uso de otras formas de movilidad dentro de las ciudades como la bicicleta.
Además de persistir algunos asuntos prioritarios como el cambio climático, el aumento exponencial de la población de edad avanzada, la dificultad de emancipación de los jóvenes, por mencionar algunos temas.
Para los arquitectos esto se traduce, básicamente, en un gigante saco de oportunidades. Es momento de observar y escuchar a las personas para ofrecerles lo que necesiten.
El progreso social se debe al trabajo total de cada uno de nosotros. La suma de cada aportación que hagamos da forma al mundo y a la sociedad de la que formamos parte. Es importante ser conscientes del valor que podemos proporcionar a los demás y de la responsabilidad que esto conlleva. Es nuestro cometido como arquitectos analizar cómo funciona la ciudad. Conocer y empatizar con la gente para poner solución a sus necesidades. De lo contrario, nos quedaremos fuera de juego.
Los arquitectos somos herramientas indispensables en todo este revoltijo de problemas. Hemos estudiado el espacio. Sabemos cómo gestionarlo para mejorar la experiencia de usuario a través de este.
Encontrar la manera de formar parte e intervenir en el desarrollo y mejora de la comunidad pasa por detectar necesidades. Debemos satisfacer las preocupaciones a las que no se les haya prestado suficiente atención.
Ahora bien, los arquitectos debemos quitarnos las anteojeras y empezar a mirar en todas las direcciones. Esto significa soltar suposiciones pasadas, hacer preguntas, hablar con los demás, preocuparnos por sus motivaciones… Y, sobre todo, descartar la idea de que nuestro gremio es capaz de abarcar todos los aspectos que engloba la ciudad.
Necesitamos crear sinergias y comprometernos con otros profesionales: sociólogos, políticos, biólogos, abogados, profesores, geólogos, ingenieros, hoteleros, chóferes... Solamente así podremos manejar los cambios exponenciales a los que se dirige la humanidad.
Si defendemos generar ecosistemas entre disciplinas, incrementaremos los beneficios que podemos aportar. De la misma manera, es necesario entender y acoger la diversidad entre quienes habitamos el espacio urbano. Somos muchos y todos muy diferentes. Hagamos una ciudad abierta en la que nos sintamos a gusto y seguros todos los que formamos parte de ella. Empoderarnos como profesión pasa por cuidar y defender a cada individuo. Solo así, seremos capaces de ver más allá y darnos cuenta de que aún somos necesarios.
Pero para poder enfrentarnos a este desafío global al que nos enfrentamos, necesitamos reconfigurarnos como arquitectos a escala individual.
La Comunidad del Programa para Arquitectos Independientes es un ejemplo de lo enriquecedor y valioso que es generar estos vínculos de colaboración con otros profesionales. Entre los arquitectos del programa surge un entorno global de compromiso y confianza con nuestra labor en la sociedad. Se comparten conocimientos e investigaciones y se fomenta el objetivo de cuidar a aquellos a quienes servimos.
Gracias a la labor de Caterina De La Portilla, fundadora y directora del programa, los arquitectos aprenden a cómo contactar con aquellos a quienes le pueden ofrecer las respuestas pertinentes.
A cómo reformular esas hipótesis hasta poder validarlas. Y a tener una visión de futuro, a examinar desde el palco sin suposiciones o prejuicios. Los arquitectos primero analizan y a posteriori, actúan en consonancia.
En la Comunidad del Programa para Arquitectos Independientes hay muchísimos ejemplos de arquitectos que, debido a la escucha y a la empatía, han sido capaces de detectar problemáticas que necesitan atención en el ámbito social. Con las herramientas que aporta Caterina De La Portilla han desarrollado y consolidado unas estrategias de negocio potentes y generosas que resuelven las peticiones de las personas a las que atienden.
Marc F. (Barcelona, España), fundador de Arquetica, se dirige a la población senior y les ayuda a transformar sus hogares para que sean una plataforma hacia su jubilación y vejez. Carolina P. (Gran Canaria, España) trabaja con madres y padres de niños con necesidades especiales para sensibilizar sus viviendas.
Jaime H. (Bogotá, Colombia), desarrolla su labor con instituciones públicas y privadas para dinamizar proyectos comunitarios en las zonas más desfavorecidas de la ciudad. Se mejoran así los espacios colectivos y se genera un sentimiento de pertenencia a los habitantes del lugar. Rodrigo T. (Santiago, Chile) trabaja con instituciones educativas para crear juegos de suelo que eviten el contacto con las superficies y hagan posible la diversión de los niños en el período de pandemia. Susceptibles de cambiar rápidamente y sin costes ante nuevas necesidades.
También Nayari M. (Valencia, España) desarrolla iniciativas y proyectos con ONG y organizaciones sin ánimo de lucro, para despertar el deseo de nuevos donantes y que contribuyan a la causa en desarrollo.
Joe L. Andrea A. (Guatemala, Guatemala) o Mario Y. (San José, Costa Rica) trabajan para recuperar edificios subutilizados con la presentación de propuestas de reactivación de los espacios urbanos acordes a las nuevas demandas tipológicas.
La arquitectura juega un papel crucial en nuestro planeta. Es una disciplina muy necesaria, pero su grado de utilidad depende directamente de nuestra capacidad de estudio en este panorama cambiante.
Formar parte de la Comunidad del Programa para Arquitectos Independientes significa un acto de responsabilidad con nosotros mismos y con la sociedad. Una red formada por más de 500 arquitectos alrededor de diferentes países que persigue redefinir el perfil del arquitecto de hoy. Mejorar las condiciones y reformular las premisas de nuestra profesión. Preocuparnos por las personas para las que trabajamos, por sus problemas y por sus deseos. Y, como comunidad, apoyarnos y aprender entre todos para poder crecer como gremio.
Esperamos que tú también puedas formar parte de este movimiento de arquitectos libres.
Caterina de la Portilla
@caterina.delaportilla
https://www.caterinadelaportilla.com
Actualizamos nuestro aviso de privacidad, conócelo aquí