El IX Encuentro Nacional de Interiorismo y las Sesiones de Dimueble, contó con la participación destacada del reconocido arquitecto Michel Rojkind quien a través de un recorrido por diversos proyectos de su carrera, invitó a la reflexión sobre el valor de las relaciones interpersonales, la colaboración y la imposible disociación del ser humano y la naturaleza. Compartimos un fragmento de esta magna conferencia.
Durante la pandemia, la naturaleza afloró, los mares recuperaron sus especies y fue increíble ver que todo lo que está pasando respecto al deterioro del planeta sí está en nuestras manos y debemos replantearnos qué estamos haciendo, si somos parte del problema o parte de la solución.
Me sucede con frecuencia que algún cliente me propone un proyecto para el cual planea formar una comunidad increíble, como si las comunidades no existieran, como si le echaras polvitos mágicos y apareciera una comunidad de la nada. Y ahí la importancia de que la comunidad es ahora: cómo saludamos a la policía de la entrada, cómo elegimos cuál es la persona que está al lado de nosotros, hay que entender que esa ya es nuestra comunidad. Tenemos que reconocer que, por más que hemos tratado de brindar soluciones, hay muchas cosas que tenemos que corregir.
La metodología que usamos en la oficina, dicho de forma sencilla, se basa en explorar a qué le estamos poniendo atención en un mundo tan lleno de información. Y esa atención que prestamos, cómo lo seleccionamos. Y ya que lo seleccionamos, cómo pasamos por un proceso que adapta mi pensamiento a lo que está pasando en la vida real.
A veces el cliente nos presenta algún proyecto cuya pregunta está mal formulada y nuestro equipo revisa las estrategias para reformular esa pregunta y producir mejores resultados. Tenemos un grupo de expertos sociólogos, antropólogos, economistas y gente que pueda dar una visión más concreta del asunto, para tomar decisiones acertadas.
Y al final todo es un acto político, queramos poner ese nombre o no. Siempre hay una acción que está diciendo algo de nosotros, de nuestra congruencia, de cómo somos como humanos, cómo nos estamos presentando en el mundo. El diseño constantemente da forma a nuestro entorno y cada elección lleva implicaciones políticas, en el buen sentido de la palabra.
Para ejemplificarlo presentaré una serie de proyectos que enfatizan la importancia del diseño con impacto.
De cara a su renovación total el proyecto de intervención de la Cineteca incluía la remodelación total del complejo existente, más espacio de bóvedas de archivo y cuatro nuevas salas de proyección. Pero adicionalmente, y en respuesta a la condición urbana inmediata, se tenía que contemplar mucho trabajo de recuperación para revertir parte del terreno a espacio público y así dar alivio a los alrededores de Xoco llenos de nuevos desarrollos inmobiliarios y con carencia de áreas verdes y espacios para la recreación además de acomodar a las miles de personas que la cruzan a pie cada día.
Al programa original se agregaron también un foro al aire libre, amplias áreas verdes y nuevos locales comerciales que aumentan las posibilidades de interacción social e intercambios culturales y le dan al complejo las cualidades de un campus universitario.
Siempre hemos visto la arquitectura como un catalizador, como una manera de: “si yo hago una plataforma con esto, esta plataforma sirve para otras cosas, se puede utilizar algún otro aspecto”. Esto se puede ver en la Cineteca, porque la gente va al cine primordialmente, pero de pronto se nos ocurrió crear un espacio al aire libre, que no estaba propuesto. Y nos respondían: “no, es que nadie se va a sentar”, a lo que yo siempre digo: “tú deja la creatividad al mexicano, deja un espacio y vas a ver si no hay flores mañana o unas cubetas o un puesto de quesadillas, pero siempre hay algo”. Y esa espontaneidad que tenemos como cultura a mí me encanta porque enriquece muchísimo cada proyecto.
Es un edificio citadino, diseñado para sacar el máximo provecho a su ubicación geográfica, fortaleciendo la comunidad entre sus habitantes de una manera diaria reforzando los lazos que existen en ella ya que abre su plaza pública como un espacio para ser usado para las actividades diarias. Las terrazas de las oficinas y los apartamentos favorecen la interacción entre sus ocupantes de una manera diaria.
Está hecho en piedra negra con un tema como de manufactura local, la piedra se colocó a mano, queríamos que tuviera un eco con las montañas. Y de esa manera, no solamente tenemos un proyecto en el que se siente el lugar, sino que también refleja un cuestionamiento: existen muchos edificios impersonales, donde llegas, entras al estacionamiento, te subes al elevador y no ves nunca a los vecinos ni te enteras cómo se llaman.
Me parece horrible, yo confieso que soy sateluco y que los satelucos éramos muy conocidos porque las casas estaban abiertas y si te ibas de vacaciones le pedías a tu vecino que te cuidara la casa.
Hoy ni de broma le dices a tu vecino que te vas de viaje y que estarás fuera. Yo digo “¿de quién te quieres proteger?” Si no empezamos a abrir esas barreras y a darnos cuenta de que somos nosotros mismos quienes nos estamos poniendo esa cárcel, esos barrotes donde aparentemente sí te sientes seguro, pero ve cuántas puertas tuviste que poner para lograr tu “seguridad”.
El proyecto nace bajo el entendimiento del valor de la naturaleza y su aprovechamiento histórico como santuario y refugio, permitiendo crear un concepto de hospitalidad que nos reconecte con el entorno y nosotros mismos. Está enfocado para quienes buscan descubrir lugares extraordinarios, experimentar a través de los sentidos, revalorizar el concepto del tiempo, honrar los alimentos que provee la región que visitan y encontrar un equilibrio en los elementos.
Se habla mucho del tema regenerativo y, para mí, cuando hablamos de sustentabilidad, creo que ya no hay nada que sostener. No hay un modelo que hoy funcione que digamos: si lo sostenemos, la vamos a librar. Debe haber reciprocidad: recibo, tomo, le doy, regreso; porque siempre llegamos y queremos agarrar y nos llevamos. Para mí es fundamental cambiar nuestra manera de entender las cosas y preguntarnos qué estamos dejando. Y esto de que en los últimos años se haya seguido diciendo que tenemos que ir a conectarnos con la naturaleza me parece un poco absurdo ¿Por qué nadie insistió en decirnos desde el día uno que ya somos naturaleza?
Este proyecto que hicimos en el Valle de Guadalupe precisamente se integra mucho al contexto, trabajamos con materiales locales. Con las albercas, por ejemplo, estamos evaluando dónde se recupera el agua y esa agua que se recupera, cómo se distribuye y cómo le hacemos también para que las viviendas se puedan camuflar. La vinícola, con la que estamos trabajando es muy interesante, estamos trabajando con el enólogo Lucas Dacosta, el hijo de Hugo.
Algo que me encanta es que los enólogos suelen ser más tradicionales, que es algo a lo que no me opongo, pero Lucas es más y propone crear una especie de laboratorio donde podamos mezclar uvas y hacer unas cosas divertidísimas y él está seguro de que la gente acudirá porque precisamente nos estamos arriesgando a cambiar formatos y paradigmas.
Esta es la sede de la Orquesta Filarmónica de Boca del Río, se planteó como un nuevo recinto cultural de vanguardia que busca funcionar como un detonador urbano capaz de incitar la modernización de Boca del Río, Veracruz. En el año 2014 se consolidó la creación de la Orquesta Filarmónica de Boca del Río, instancia que ha atraído diversas expresiones musicales, músicos locales y de todo el mundo y se ha convertido en el corazón de la vida cultural de la ciudad.
El recinto es un instrumento que ha permitido construir y renovar la infraestructura e imagen urbana de esa parte de la ciudad. El edificio retoma la expresión atemporal de los cubos de concreto que forman las escolleras, las asimila como su origen y las reinterpreta en un edificio de concreto aparente, formado por diversos volúmenes que se organizan en forma aleatoria para contener a la sala de conciertos.
Este es un proyecto que quiere integrar, que empieza a hablar de un tema de regeneración urbana. Desde que presentamos el proyecto lo hicimos como una cosa íntegra, completa. Y fue muy importante para mí porque mis abuelos que venían de Rusia, Polonia y Hungría entraron por Veracruz que ha sido el puerto más importante de migrantes en México. Y luego, yo vengo de ser músico y poder como arquitecto ahora, diseñar un espacio para la filarmónica fue la oportunidad de unir mi pasión por la música, mi pasión por la arquitectura y una manera de honrar a la gente que llegó como inmigrante a este país tan rico.
Cuando el proyecto estaba en su última etapa, fuimos convocados, todo el equipo, así como todos los trabajadores. Y la sorpresa fue que se dio el primer concierto para todos ellos. Fue un momento increíble. Los últimos cuatro meses de los chicos trabajando se sentía tan bonito de que alguien los reconoció. Otra vez el ser reconocido, sin importar lo que hagas, esa parte de empatía y de auténticamente conectar. Y ya después, no me extraña que haya salido premiado el proyecto y no por el ego del arquitecto, sino porque tuvo cosas muy mágicas como esta.
Tuvo una repercusión y hoy el proyecto ha agendado cosas increíbles, tanto en el interior como en el exterior. Se generan conciertos de música electrónica, ferias del libro. Un proyecto que solamente era la casa de la filarmónica, se vuelve una casa abierta a propuestas de cultura.
Las nuevas generaciones son mucho más colaboradoras. A nosotros nos tocó una generación que aprendimos a colaborar un poco a trancazos. Resultaba algo desconcertante proponerle a alguien irlo a ver a su oficina porque sentían que ibas a robarles algo. Y fue un proceso de hacer entender que colaborar es hacer algo que no es tu oficina y no es la mía. Y nos costó trabajo en el tiempo, pero ha servido mucho llegar a ese equilibrio donde estás abierto a ideas de otros y a la mejor idea que va a salir gracias a ese intercambio.
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