La arquitectura participativa reconoce la importancia del conocimiento local, el contexto cultural y las necesidades de los usuarios, y capacita a las comunidades para apropiarse de su entorno construido.
La arquitectura desempeña un papel fundamental en la configuración de nuestro entorno construido, y el enfoque convencional del diseño ha implicado a menudo que los arquitectos trabajen de forma aislada, tomando decisiones en nombre de las comunidades.
Sin embargo, en todo el mundo ha habido un movimiento creciente hacia la arquitectura participativa, que fomenta la colaboración y la implicación activa de los miembros de la comunidad en el proceso de diseño. En el caso de México existen diversos proyectos realizados con esquemas de trabajo donde un equipo de arquitectura y la comunidad dialogan para acordar todos los aspectos del diseño arquitectónico. El objetivo es tomar en cuenta los elementos del lugar, los materiales locales, las formas, la cultura y la organización social de la comunidad usuaria.
La arquitectura participativa reconoce la importancia del conocimiento local, el contexto cultural y las necesidades de los usuarios, y capacita a las comunidades para apropiarse de su entorno construido. Tal es el caso de proyectos legendarios como la obra entera de Óscar Hagerman quien considera crucial la comprensión de las culturas autóctonas para sus creaciones. En su trayectoria, Hagerman ha colaborado estrechamente con diversos grupos indígenas buscando integrar la estética convencional con las tecnologías modernas. Entre sus logros se cuentan la creación de viviendas, escuelas, centros sociales, un albergue ecológico, una universidad multicultural para comunidades indígenas.
Hagerman, quien basa su trabajo en principios de inclusión, colaboración y equidad social, ha sido condecorado con diversos premios internacionales por este enfoque comprometido con las comunidades indígenas así como por su labor mediadora entre diseño innovador y las necesidades inmediatas de la gente a quienes está dirigido.
La arquitectura participativa se basa en involucrar a las diversas partes interesadas, incluidos los miembros de la comunidad, arquitectos, planificadores y responsables políticos, en un proceso de toma de decisiones colaborativo. La participación activa de las personas garantiza que se escuchen sus voces, se atiendan sus necesidades y se reflejen sus aspiraciones en el diseño final. Este enfoque respeta las tradiciones locales, valora la diversidad cultural y fomenta un sentimiento de propiedad y orgullo en la comunidad.
Uno de los más claros beneficios de la arquitectura participativa es el empoderamiento de las comunidades no solo dándoles voz y un papel activo en la configuración de su entorno sino implicando a los residentes locales, especialmente a los tradicionalmente marginados o excluidos, en el proceso de diseño, así se fomenta el sentido de propiedad y refuerza la cohesión social, un ejemplo de ello es Comunal: Taller de Arquitectura, fundado por las arquitectas Mariana Ordóñez Grajales y Jesica Amescua Carrera con la visión de implementar en cada obra un proceso social colaborativo, vivo, abierto y en evolución constante que permite a las comunidades expresar sus ideas, necesidades y aspiraciones, reconociéndolos siempre como el centro de los proyectos y la toma de decisiones.
Al incorporar las diversas perspectivas y conocimientos de los miembros de la comunidad, la arquitectura participativa da lugar a diseños más integradores y relevantes para el contexto. Los conocimientos locales sobre el entorno, la cultura y la dinámica social enriquecen el proceso de diseño y mejoran la funcionalidad y el atractivo estético.
El proceso de colaboración fomenta una comprensión más profunda de las prácticas sostenibles y estimula la adopción de soluciones respetuosas con el medio ambiente.
No obstante los retos y desafíos, como la asignación de recursos y la coordinación del trabajo colaborativo, la arquitectura participativa destaca como una oportunidad para México ya que respeta y celebra el tejido social y cultural de los beneficiarios además de que reconoce la importancia del patrimonio y de las técnicas de construcción tradicionales, integrándolas en los diseños contemporáneos. Este enfoque ayuda a preservar la identidad local y el patrimonio cultural, asegurando un sentido de continuidad y conexión con el pasado. Adoptar este enfoque colaborativo posibilita que arquitectos, planificadores y responsables políticos creen entornos construidos que reflejen realmente las necesidades, aspiraciones e identidades de las comunidades.
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